miércoles, 1 de junio de 2016

04

Don CDiablo.






    Paseo.


Ayer, la calle Elm Street incitaba su recorrido; los recuerdos se movieron en el hemisferio derecho. Al regreso, mi buen amigo perro vigiló mi sendero. Por lo menos el tramo más peligroso, tu casa. Después de que el can se fuera, comenzaron las serpientes a lanzarme lenguas. Es que es mi culpa por ser Eva y tratar de encontrar un paraíso.



    Garganta.


A veces siento que tú no me odias más de lo que me temes. A veces creo que tu temor radica en el retazo de conciencia que aún detestas poseer. Dios llenó de piedras tus costales y a ti te encanta vaciarte  en la gente ajena, es que ¡no quieres las cosas que vengan de tu enemigo! Dime, ¿en qué radica tu deseo de presentarte fantasmal y tratar de asesinarme?  


    Balanzas.



Acepto que en este lugar la balanza se ha quebrado. Es el peso y el paso de tu esencia tan obvio, tan raudo (y constante) que no podrán florecer las margaritas. ¿Qué ganas con eso? Tal vez sentirte menos miserable. Y cuando te creas un "ganador" ¿cuál será tu siguiente paso? ¿darte por vencido, quizás? Entregarte a la guerra y morir de desgano; pero tú eres inmortal... volver a la pena de siempre. 



Volver a poner el mundo en su lugar.

Regresar a la tahona, buey.